Historia experimental de Merlo
Fecha de publicación: 06/05/2018
el mapa
En las afueras de la Capital Federal en la provincia de Buenos Aires, se encuentra el llamado
Conurbano Bonaerense . Entre la Capital y el Conurbano se constituye una relación en la que se
trazan múltiples lecturas; una representa un vínculo unilateral donde la Capital se define como una
ciudad autónoma y autosuficiente desde lo económico, lo político, lo cultural, pero no solo a nivel
macro, sino también a pequeña escala. Capital es autorreferencial y su modo de acción es un circular
perpetuo sobre sí misma, es decir, Capital no sale de sí y quienes la habitan (a menudo) tampoco lo
hacen, incluso llegan a desconocer que hay más allá de la frontera de la ciudad. El Conurbano en
cambio continuamente acude a Capital en busca de trabajo, educación, universidades,
entretenimiento, consumo, arte, vida nocturna etc. Capital constantemente recibe migraciones del
Conurbano de personas que van a hacer sus carreras, su vida, su familia, sus círculos sociales, su
manera de transitar la ciudad y sus costumbres, se reinventan y adoptan un nuevo ritmo y un nuevo
modo de vivir principalmente por el amplio abanico de posibilidades y dinamismo de ciudad
cosmopolita que ofrece y siempre parece tan seductor. Por otro lado podemos pensar al Conurbano,
no como el margen sino como la singularidad. Si la Capital se autodefine como el centro, el
Conurbano no lo hace y gira en torno a las diversas singularidades que lo conforman dentro de su
enorme territorio.
Por demás está decir que la oferta cultural siempre ha sido más abundante en Capital por la
principal razón de que hay un enorme número de teatros, centros culturales, museos y actividades a
diario que en el Conurbano se encuentran esporádicamente o como actividades extraordinarias, por
ende el foco de irradiación de artistas siempre gira alrededor de la ciudad y no viceversa, el
Conurbano observa a la Ciudad, o más bien la estudia pero ella no lo ve o tiene una mirada
incompleta sobre él. Capital se ve a sí misma y observa el mundo y se contacta con él a diario, el
Conurbano se ve a sí mismo y a los múltiples Conurbanos que se despliegan constantemente sobre
sí mismo, observa a la Capital, va en busca de ella, consume e interactúa dentro de ese territorio
para luego regresar a dormir y por último, observa el mundo como en fotografías: lejano y que
reinterpreta y no como un calco, no como una tendencia o moda, más bien de manera bufonesca,
como una máscara de carnaval.
La forma en que se hace arte en el conurbano está atravesada por esta impronta, una forma quizás
“no cosmopolita” sin idolatrías hacia lo foráneo o a lo que “se está haciendo afuera (en el mundo)”,
pero sí con un apego hacia lo territorial, lo barrial, lo comunal, vecinal, la amistad y lo popular. La
música no es una excepción en esta forma de entender los vínculos que se establecen con otras
músicas extranjeras o locales. El Conurbano no distingue ni hace diferenciación entre lo local y lo
extranjero, lo nuevo o lo viejo, lo popular o lo académico, al contrario, asimila y mezcla y de ahí
nace y se piensa y entiende la música, desde esos límites borrosos y sucios por la tierra de las calles
no asfaltadas.
Hay una escena que surgió a fines de los 90´s y principios del 00´s de músicos experimentales que
atrae poderosamente mi atención, por varios motivos; el primero de ellos es que surgió en un
momento en el que los accesos a la información sobre nuevas músicas y a la comunicación eran
escasos, por otro lado, tuvo foco en Merlo, una ciudad ubicada al oeste del Conurbano y a unos 40
minutos de Capital que si bien es grande y poblada, su acceso a la cultura o al arte es escaso o a
cuenta gotas porque la difusión de estas músicas experimentales parece casi imposible, por
último fue una escena que trazó contactos y colaboraciones tanto con músicos locales como
extranjeros, al igual que lanzamientos en diversas partes del mundo y está constituída (a mí parecer)
por músicos con una fina y delineada identidad artística. Por otro lado, yo mismo vivo en Merlo por
lo cual en todo lo que diga habrá una gran cantidad de subjetividad y miras hacia horizontes
fundacionales de una historia experimental de Merlo.
los músicos
Sergio Merce , Lucio Capece y Federico Barabino son oriundos de Merlo y forman parte de una de
las primeras camadas de músicos experimentales e improvisadores de Buenos Aires y de Argentina.
Si bien entre Merce y Capece hubo una relación más estrecha -por una simple cuestión
generacional- los tres describen un trayecto o una curva similar en su carrera y en su acercamiento a
la música, primero como instrumentistas o estudiosos de su instrumento y luego con un set
ampliado, expandido, deconstruido, re-inventado e incluso visual o que deriva en instalaciones
sonoras o audiovisuales, en la performance y en el objeto modificado.
Merce y Capece se conocieron en su adolescencia en el conservatorio de música clásica al que
ambos asistían, formaban parte de un cuarteto de saxos que adapta obras de música antigua como
Perotin, Gesualdo y también de Bach, pronto se hicieron amigos y descubrieron que ambos eran de
Merlo. Vivían a pocas cuadras de distancia y eran aficionados al jazz. Al tiempo conocieron al resto
de los integrantes de lo que sería Avión Negro, una banda que duró aproximadamente diez años
(1991-2001) y en la que pudieron poner a prueba todo lo que les interesaba a ambos en esa primera
etapa de sus carreras. Desde sus comienzos tuvo un acercamiento al jazz tipo lower east side
neoyorkino, a lo Naked City y Bill Frisell. Sus temas estaban compuestos con momentos de
apertura e improvisación, incursionaron por diversos esquemas y adoptaron y dialogaron con
diversos estilos desde openings de series de TV transformadas a lo John Zorn, hasta improvisación
con señas, elementos del rock, noise y hasta de folklore argentino. A principios del 2000 Capece
viaja por primera vez a Nueva York y trae una cantidad de músicas que no eran tan usuales en
Argentina, entre ellas discos improvisación libre británica de músicos como Evan Parker y AMM.
Esto es adoptado por el grupo y en los finales de la banda las estructuras eran extremadamente
abiertas rozando el silencio y acercándose a un discurso más radicalizado y minimalista.
Avión Negro resulta una rareza en el panorama musical y cultural de Merlo, creo que allí reside su
valor principal, en su singularidad y en su aislamiento que a su vez porta algo de capricho y algo de
la amistad que unía a sus integrantes, en ese encuentro entre dos amigos y colegas. No hay
antecedentes locales de grupos experimentales previos a Avión Negro y tampoco de artistas
experimentales o de improvisación, como si los hay de folklore, tango, rock y jazz. El gran
problema de Merlo y el Conurbano en general, es la falta de espacios para hacer conciertos y a su
vez para divulgar la música, por esto el grupo se las arreglaba presentándose en centros culturales,
bibliotecas y teatros locales incluso las casas de sus integrantes. Buscaban aliados en grupos
similares en los alrededores de la zona oeste del Conurbano. Capece y Hernán Vives (de Haedo, a
pocos kilómetros de Merlo) organizaban conciertos a fines de los ´90 en el auditorio de la Casa
Azul -la casa del escritor J. L. Borges- en Capital y ahí Avión Negro y las diversas formaciones
que sus integrantes armaban con otros músicos entró en contacto con otro grupo incipiente y
pionero de la música experimental, pero que provenía de Capital Federal y su acercamiento era
principalmente desde la música contemporánea académica y también interesados en la
improvisación libre británica, algunos de esos músicos eran el compositor Gabriel Paiuk y el
improvisador y luego performer Diego Chamy. A partir de esos encuentros las escenas de Merlo y
de Capital se mezclan y comienza a haber un mayor intercambio entre los músicos. Ambos grupos,
el de Merlo y de Capital comienzan a colaborar con músicos extranjeros que eventualmente
decantaron en grabaciones como “Buenos Aires tapes” o “Buenos Aires – Berlín quintet” con
Andrea Neumann y Robin Hayward. A su vez que compartiendo viajes y giras de conciertos.
Ambas escenas parecen retroalimentarse y constituyen un polo de actividad experimental (que se da
principalmente en Capital) donde además intervienen otros músicos como Luis Conde.
Merce comienza a explorar el saxo bajo la óptica de las técnicas extendidas y tomando como
referencia el estilo de dos músicos que él considera emblemáticos: John Butcher y Evan Parker, a
partir de ahí comienza a entender el instrumento como un objeto que produce sonidos a ser
explorado y comienza a hacer sus primeros solos de saxo tenor. En paralelo al último período de
Avión Negro, y motivado por este nuevo acercamiento al sonido Merce y Capece tocaron en dúo
sets minimalistas, pero esta vez Merce abandona el saxo y habiendo tenido un primer acercamiento
a la electrónica a través de músicas como la de Ikue Mori, experimenta con una portaestudio sin
cassettes utilizando el sonido del motor propio del mecanismo interno de la máquina. También en
esta etapa la división entre las formas de improvisación se hace más notoria, Merce asegura haber
hecho un cambio en su visión de la improvisación, de formas más bien direccionadas, discursivas y
estructuradas hacia una más radicalizada, minimalista y abstracta.
Más tarde Merce forma parte del ensamble de improvisación “Doble Cuarteto” que incluía un
cuarteto de guitarras y un cuarteto de saxos y a partir de ahí buscando la necesidad de hacer
cambios graduales entre nota y nota idea el saxo microtonal, construído con el cuerpo de un saxo
tradicional rescatado por un luthier, sin llaves ni botonera, reemplazando los botones con canillas
para poder regular el cambio de nota a nota microtonalmente , a partir de ahí comienza a trabajar con
el saxo microtonal de forma acústica o con procesos y pedales de efecto.
Algunos años menor que Sergio y Lucio, Federico Barabino asistía a los conciertos de Avión Negro
invitado por Capece quien había sido su profesor de música en la escuela secundaria y a su vez
coordinaba un ensamble fuera de currícula de flautas al que Federico asistía. Más tarde descubre
que vivían a pocas cuadras y Federico lo visita en su último año de la escuela para preguntarle sobre
la “profesión de la música” a la que él se quería dedicar, juntos comparten un té en el patio de Lucio
y él le cuenta su experiencia sobre la música. Por otro lado conoce a Sergio en un grupo de
candombe que se reunía a ensayar asiduamente frente a la calesita de una plaza icónica de Merlo, la
plaza de 25 de Mayo, años después ambos compartirán el Doble Cuarteto del que Merce formó
parte. Si bien yo me remití a sólo tres músicos para describir la escena de Merlo, lo cierto es que
había otros músicos y todos vivían a un radio de 10 cuadras a la redonda y se puede notar como la
identidad en constante transformación está presente en ese territorio que se refleja en el modo de
hacer música y de actuar y operar sobre ella, músicos que desde lo popular se acercan a lo
experimental y comparten con esa pequeña comunidad musical de amigos. Barabino es consciente de
sus primeras influencias y de su contacto constante con géneros populares, como la música
Rioplatense, el rock, el folklore, el blues… además de participar de grupos de música experimental
tocó en grupos de murga, candombe y tango y creo que aquí es en parte donde yace el espíritu de
este momento y lugar de la música de Merlo, lo experimental constituye un modo de acción, ligado
a una búsqueda constante, pero también ligado a la convivencia con otros géneros y estilos y no a
un estado de superación donde se llega a lo experimental dejando detrás todo lo anterior, sino como
una continuación de la búsqueda, como una extensión de ese diálogo que mezcla músicas
constantemente. La música popular se mantuvo muy presente en la música de Barabino al igual que
de Merce y Capece en paralelo a su identidad experimental que quizás es la más constituyente de
sus carreras.
Barabino compra su primera guitarra a los 14 años luego de haber trabajado vendiendo libros y
discos, contrario a lo que suele hacer la mayoría, en lugar de comprar una guitarra clásica compra
una eléctrica, lo cual tendrá un efecto posterior en su manera de entender al instrumento y al sonido
en sí. “Fue el portal a todo lo que vino después, una herramienta muy potente ligada a la introspección
personal, a la reflexión de niveles del sonido muy puros, a un despertar de la escucha y a la vinculación con un abanico
muy grande de maestros que me recibirán en sus estudios durante mis años de formación”
Luego su forma de tocar muta y se traslada a una forma distanciada donde coloca la guitarra frente
al amplificador y no la toca tradicionalmente sino que la manipula mediante efectos el feedback. En
la medida en que cambia de guitarras también lo hace la forma de aproximarse a ella y
posteriormente consigue una Steinberger que comienza a accionar soplandola. Siempre existe una
distancia entre el instrumento y el toque en sí, producto quizás de esa inmersión primera del sonido de la guitarra
eléctrica, de esa primera inmersión en el instrumento. Paralelamente a su estudio de la guitarra, Barabino desarrolla
un acercamiento a la mixer similar al de Toshimaru Nakamura, el de la consola resignificada y el error que habita en
ella transfigurado en apertura y posibilidades, como no imput mixer . Es curiosa la manera en la que el músico
experimental se desarrolla y muta casi constantemente, a su vez cada nuevo descubrimiento se solapa al anterior,
todo es
resultado de un desarrollo constante. La no imput mixer comienza a operar una vez más y se alimenta de la distancia
que existía entre Barabino y la guitarra, casi instalativa, y se traduce o da como resultado instalaciones que hablan
sobre la forma de operar del error, pero ahora, como instalaciones en muestras y ya no con un intérprete detrás, sino
como pieza de arte sonoro autónoma, en por ejemplo una galería de arte.
Actualmente Barabino desarrolla su trabajo principal no a través de la performance en vivo, sino a
través de la instalación y de un trabajo mas bien visual del sonido o los dispositivos que lo generan
o manipulan (la consola, una instalación con cassettes cortados que dejan ver la cinta recorriendo
todo un tramo espacial etc.) Narra su primer encuentro con la música a través de un momento de su
infancia que no lo describe como sonoro sino visual y es el recuerdo de ver a su madre tocando el
piano. Claramente ese momento fue clave para aproximarse a la música y entenderla como lo hace
ahora.
relaciones
Merlo está lejos de la Capital, por ende lejos del mayor tránsito cultural del país, lejos del contacto
con otras músicas de otros países, sin embargo en un incipiente período de internet donde Capece y
Merce conseguían discos de jazz y free jazz en disquerías amigas y se intercambiaban y grababan
cassettes de improvisación libre o música experimental, lograron trazar contactos con sellos de
improvisación libre y música experimental. Editando en sellos como Potlatch, Ediciones
Wandelwaiser, Monotype Rec, Another Timbre, etc. Al igual que tocar y compartir fechas tanto en
Europa como en América Latina, con músicos como Axel Dörner, Radu Malfatti, Robyn Hayward,
Kevin Drumm, Andrea Neuman, Günter Müller etc. Su estilo muta, no descansa en una sola
categoría sino más bien es una forma de buscar y de hacer música. Quizás sea por esa primera
lejanía al “centro de acción musical”, es decir Capital, es decir la Ciudad en contacto con todo. Es
curioso, porque de por sí la música experimental pareciera posicionarse (o ser posicionada) en la
periferia de la música o al menos no recibe atención masiva o mediática como si lo hacen otros
tipos de expresiones musicales, sin embargo ciertas escenas se consolidan y funcionan como tales
orbitando en torno a una misma manera de hacer música, quizás esa retroalimentación a la que se
exponen (el constante contacto con los mismos músicos que componen determinada escena) hace
que la música devuelva infinitas posibilidades de hacer las cosas de una manera, todas las caras de
esa música. Por supuesto no estoy haciendo un juicio estético, sino una comparación en formas de
accionar en distintos contextos. Los músicos de Merlo, en cierto modo estuvieron desamparados o
más bien no se formaron bajo ese contexto que retroalimenta a la música de sí misma, al comienzo
su acceso a la música experimental era limitado y llegaba por copias de discos o a través de viajes,
casi en forma de noticias del exterior o como esas fotografías lejanas y la “escena” fue constituida
bajo esa premisa, la de la mutación. Ver desde afuera y reinterpretar lenguajes para adaptarlos a una
identidad distinta, mestiza, pero no perdiendo esa mirada periférica o singular, que al contrario se
abraza con cariño, casi infantilmente así como Merce recuerda su colección de cassettes copiados y
regrabados que ocupan todo un estante en la casa de su madre. Así la música experimental de Merlo
(del Conurbano) abraza una forma de hacer música, sin miras hacia las tendencias o instituciones,
esa misma visión que tiene el Conurbano de sí, esa forma de ver a la Ciudad, nutrirse de ella pero
no imitarla, nutrirse del mundo pero no verlo como un deber, mantener las distancias.
Hacer música experimental o de improvisación en un contexto donde no circula una información
tan caudalosa puede tener (a mí parecer) dos efectos sobre los músicos: uno es que acudan a formas
quizás demasiado exploradas (es el caso de la improvisación libre que está más cercana al free jazz
y suele ser la más “habitual” o más encontrada en todo tipo de circuitos musicales) y la otra es que
constantemente reinventen sus formas de ser y hacerse mediante la exploración constante y el
desapego a cualquier tipo de tradición o afincamiento. A mí parecer ese es el caso de los músicos de
Merlo, no estando atados a unas maneras de hacer música, lo que pareciera ser una desventaja, lo
que pareciera ser una identidad “provinciana” se convierte en una manera liberadora de explorar
distintos caminos sin responder a una escena constituida y con una identidad tan marcada lo que
permite hacer un cambio de piel constante que si bien nunca es total y siempre parcial trae
acercamientos nuevos bajo ópticas muy diversas y da pie a que el abanico se siga desplegando y
desplegando esas nuevas caras, esas formas en que el Conurbano se ve a sí mismo en sus distintos
territorios. A su vez la amistad que existe entre Merce y Capece y la cercanía con Barabino que
constantemente están en contacto entre sí y con amigos en común también músicos, que transitan
por lo popular y por lo experimental libremente, sin apegos, hacen que el círculo se alimente de la
mutación y de la readaptación constantemente. Esa lejanía del centro propia de la periferia le quita
ese peso que finalmente puede tener la tradición, el estilo o el hermetismo de una escena cerrada o
consolidada. A su vez que ese peso propio de la tendencia o moda, el de la música que está
“actualizada”.
Merce a pesar de haber haber iniciado una búsqueda más bien minimalista, al tiempo que la
formación de Avión Negro terminó de diluirse, emprendió un proyecto de música completamente
ruidosa y “primitiva” junto a un baterista, incluso actualmente si bien fue editado por Ediciones
Wandelweiser (uno de los colectivos de músicos que más trabajan con el silencio) también forma
ocasionalmente parte del trío Haití de improvisación furiosa junto a Marcelo von Schultz y Cecilia
Quinteros. Capece en 2016 publicó un disco llamado RX-22 donde trabaja con máquinas de ritmo
RX – 11, utilizando sonidos estándar propios de las máquinas de ritmo de los ochenta, sin ningún
proceso, en crudo. Escuchar beats dentro de la música experimental es casi impensable y parece
algo que lo experimental “no debería hacer” (existe un halo de solemnidad implícito que no permite
hacer ciertas cosas?), sin embargo creo que ahí, en esas acciones yace ese desapego, que quizás sea producto de esa
educación experimental periférica, conformada de recortes y desfasajes temporales sobre lo que se estaba haciendo
en el momento (en el mundo, en la Capital), influenciada por cassettes pirata y grabaciones intercambiadas entre
amigos, por una búsqueda común y constante
teñida por la música contemporánea y antigua, el rock y el folklore, la murga y el tango, la
improvisación libre y el free jazz, el sonido y la imágen, el barrio y la ciudad.
Actualmente Merlo y el Conurbano abrazan inconscientemente esa singularidad y la convierte en
una forma de “hacer” conciertos, improvisaciones, espacios de creación. Con artistas como Juan
Litrica y su espacio para conciertos e investigaciones sobre música experimental y contemporánea
Desvío Temporal , Monica Salvarezza con su ciclo nómade de conciertos Ciclo Intromisión que
reúne tanto artistas experimentales y de improvisación como populares y de canción, sesiones de
música noise y drone, artistas que transitan tanto el rock como la música experimental como Julián
Massa, German Troiano o Lucía Drocchi, sellos online donde se cruzan la electrónica y lo
experimental con el post rock como Isla Visión , ensambles de objetos y performance como UDLI,
estudios como Mikrokosmos o Conciertos Capital del Oeste ,
todos ellos de una u otra manera comprenden la música experimental cerca de la experiencia
cotidiana que se expande y retrae día a día que tiende y traza sus vínculos sin apegos estilísticos,
sino con una mirada puesta en la experiencia cotidiana del quehacer musical, que ve cambiar a los
músicos y pasarse de una guitarra a una máquina de ritmos, de un bajo a un set expandido de
percusión u objetos, de la consola a la grabación de samples en horas de trabajo.